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Sinopsis:
La tradición occidental contempla la presencia de cuatro grandes tipologías en el seno de la humanidad. Cada una de ellas reúne en sí misma una determinada complexión o forma del cuerpo físico, asociada a una tendencia temperamental y a unas capacidades y talentos que otorgan identidad al individuo, orientando o determinando su función en la sociedad en la que vive inmerso.
El hecho de que estas características se gesten durante el periodo embrionario, hace de la tipología un verdadero punto de partida desde donde iniciar el viaje de la existencia. Representa una manera singular de captar la vida, de relacionarse con ella y de aprender de las experiencias que nos va proponiendo.
Para conocer las características y el comportamiento de cada una de las cuatro tipologías, la tradición recurre a la observación de la naturaleza, trazando puentes de correspondencia y analogía con las características y el comportamiento de los cuatro elementos que dan forma e identidad a toda la creación: el agua, el fuego, la tierra y el aire.
El texto está escrito en forma de diálogo. Una animada y a veces polémica conversación entre el profesor de una pequeña escuela rural y algunos de sus alumnos. El diálogo nos permite participar de este coloquio como observadores silenciosos e invisibles. Así, desde el anonimato, tendremos la oportunidad de reflexionar sobre nuestro particular punto de partida y, lo que es más importante, tendremos la oportunidad de comprender, aceptar y valorar la diversidad, sin juzgarla.
La escuela reproduce un modelo a escala de la sociedad en la que las cuatro tipologías interactúan permanentemente. Conocer los rasgos temperamentales sobre los que construimos nuestra personalidad, nos ayudará a entender el tipo de vínculo que establecemos habitualmente con los demás y con el entorno, la forma en la que nos defendemos o atacamos, lo que tememos o deseamos, lo que nos atrae o lo que rechazamos y otras muchas cosas más.
“Un punto de partida”, quiere contribuir a transmitir y expandir este conocimiento tradicional que nos inicia por el sendero del autoconocimiento y nos va guiando a medida que avanzamos por él.
Para niños entre 8 y 12 años.
En mi opinión, es un libro perfectamente disfrutable por encima de la franja de edad a la que está destinado.
Sinopsis:
¿De qué está hecho todo lo que vemos?
Esta es la pregunta que le hace Marta a su yegua, Savanah, mientras contemplan las tranquilas aguas de un lago cercano al pueblo donde vivían. Una pregunta inteligente que inició un insólito viaje por los cuatro mundos de la existencia en busca de respuestas inteligentes: el mundo del agua, el del fuego, el de la tierra y el del aire. Estos cuatro mundos, mezclados entre sí en diferentes proporciones, dan forma e identidad a toda la creación.
En cada uno de ellos, las dos amigas tendrán la oportunidad de conocer al dios que lo gobierna, el cual les mostrará, de forma práctica y amena cómo, en la naturaleza, los cuatro elementos están siempre presentes en todo y en todo momento.
Al llegar al mundo de la tierra, el último que visitaran antes de completar su aventura, la diosa Gea les propondrá emprender un viaje por las cuatro estaciones para observar y comprender los ritmos y ciclos que se alternan y se suceden indefinidamente en este movimiento continuo de transformación al que llamamos vida. Gracias a ellos, la naturaleza se renueva y regenera permanentemente.
¡La vida es mágica!
El libro está escrito en forma de diálogo, una forma que implica más al lector y le permite penetrar en la trama del relato como si realmente formara parte de ella.