No somos todos iguales. En el seno de la humanidad conviven 4 diferentes tipologías. ¿Sabes lo que es una tipología?
Una tipología se gesta durante el periodo embrionario y determina u orienta cuál será la complexión, es decir, la forma del cuerpo físico, el tipo de metabolismo que va a distribuir la energía por este cuerpo y la tendencia temperamental sobre la que se construirá la personalidad, individual e intransferible, a partir de las experiencias vividas.
No somos todos iguales. Una tipología es un punto de partida desde donde iniciar el viaje de la existencia y aprender a conocernos a través de él. Va a condicionar la manera de estar en el mundo y de entender la vida, así como la forma de relacionarnos con nosotros mismos, con el otro y con el entorno. ¿Sabes qué es lo que la determina?
El predominio de uno de los cuatro elementos: agua, tierra, aire y fuego en la composición de nuestra naturaleza humana. Los 4 están siempre presentes, pero en distintas proporciones. La diferencia tiene que ver con las características y el comportamiento del elemento que más se expresa en cada persona.
No somos todos iguales. Ignorar quiénes somos nos desarraiga y nos aleja de nuestro propio centro, donde reside el poder de ser y, como consecuencia, nos aleja de la capacidad para discernir entre lo que nos alimenta y lo que nos envenena. La ignorancia nos hace esclavos del deseo del otro, influenciables y muy fácilmente manipulables, tanto por defecto como por exceso. ¿Sabes qué te aportará conocerte?
Conocer tu punto de partida te da dirección, te libera y te reconcilia. Permite comprender dónde estás y porqué has llegado hasta aquí, los contenidos que tu mente te propone, lo que te impulsa a ir en busca de tus principales focos de interés, lo que te da seguridad y lo que te genera sufrimiento o tensión, tu forma de relacionarte, tus zonas de vulnerabilidad o aquellas capacidades y talentos inherentes a ti que, al desarrollarlas, te conducirán por la senda de la alegría, la creatividad y la paz.
No todos somos iguales. Si quieres cultivar el arte de la felicidad, empieza por conocer y comprender cuál es tu fundamento y sostén, aquel que está inscrito en el elemento que te predomina. No hay felicidad sin coherencia. Sé coherente contigo mismo.
Ahora tienes la posibilidad de descubrirte y comprender. ¡No la dejes pasar! Recuerda que no puedes amar aquello que no conoces.
Ya sabes dónde encontrarme.